30/03/2021
La participación ciudadana en Chile es deficitaria y cuenta con una débil estructura institucional.
Su déficit se manifiesta en procesos institucionales como ocurre con las elecciones democráticas y periódicas (dónde vota el 50% del padrón electoral, aproximadamente), así como también en torno a los procesos de desarrollo en todos los niveles (generalmente, por no contar con participación temprana).
La confianza social, la cohesión y la valoración de las instituciones son todos elementos que cohabitan en el espacio público, y por lo tanto, son un asunto central para el sistema democrático y su buena salud.
Al carecer Chile de un sistema nacional de participación ciudadana que cruce la gestión política y de desarrollo, aquella se reduce a un fenómeno de grupos de interés y digitales, entre éstos últimos, aquellos organizados en redes sociales que logran permear muchos debates de la sociedad a partir de la inmediatez que producen las tecnologías de coordinación o de divulgación, acelerando procesos de decisión, acentuando, retardando, modificando o revirtiendo decisiones sobre asuntos públicos en campos muy variados del quehacer del país.
Desde la irrupción de internet y su potencia para producir vínculos y redes, las posibilidades de la participación ciudadana han aumentado exponencialmente. La ciudadanía ha encontrado un nuevo instrumento y cuenta con un nuevo poder para entregar su opinión conforme o desfavorable, representándose a sí misma, y en algunas ocasiones a grupos que se conforman con fines específicos para demandar un bien, un derecho, una prestación o bien para afirmar una posición de desarrollo, cuando no también, para definirse en contra de alguna medida o plan.
La confianza social, la cohesión y la valoración de las instituciones son todos elementos que cohabitan en el espacio público, y por lo tanto, son un asunto central para el sistema democrático y su buena salud.